lunes, 6 de mayo de 2013

EL VOLCAN DE LOS AMANTES SUICIDAS

Cuando Kiyoko Matsumoto se lanzó al cráter de un volcán en 1933, no imaginaba que con su salto al vacío estaba iniciando una fatal tendencia que luego imitarían cientos de jóvenes. El suicidio de la estudiante japonesa de 21 años se convirtió en una sensación mediática y Matsumoto instantáneamente se volvió un símbolo de identidad nacional, la precursora de una ola de “haraquiris” que superó los cientos de muertes y otros miles de intentos fallidos. En la década de 1920, el cráter volcánico del monte Mihara en la isla de Izu Oshima, ya era un conocido sitio entre los amantes suicidas; pero el plus de popularidad lo ganó con la historia de la joven. Todo parece indicar que Matsumoto se sintió atraída por su compañera de estudios Masako Tomita, y se lo declaró en una conmovedora carta donde también confesaba: “Ya no puedo soportar esta tensión. ¿Qué debo hacer? Quisiera lanzarme a un volcán”. Lo que pudo haber sido una apasionada metáfora se convirtió en una obsesión… y Tomita conocía el lugar perfecto para cumplir al pie de la letra tal gesto romántico. Como en la cultura japonesa las relaciones homosexuales eran consideradas tabú y a través del suicidio se recuperaba la honra, las chicas viajaron juntas a la isla para que Matsumoto se quitara la vida. La nota de despedida fue publicada en todos los periódicos, las agencias de prensa le sacaron el jugo a la historia, Kiyoko Matsumoto se convirtió en una celebridad y el monte Mihara muy pronto comenzó a atraer a turistas y curiosos. Según un artículo publicado por la revista Times en 1935, Masako Tomita murió al poco tiempo aunque no se explica la causa de la muerte. Tinker Thom/Flickr Para beneficiarse del nuevo boom de Izu Oshima, la compañía de buques de vapor Tokyo Bay Steamship Company abrió una línea que viajaba diariamente a la isla, y el borde del monte Mihara fue bautizado con el nombre de “punto de suicidio”. Los visitantes que deseaban llegar al volcán podrían subir la empinada montaña y desde allí mirar el escenario de los suicidios masivos. Aunque las autoridades comenzaron a alarmarse por los altos índices de muerte, al principio hicieron poco para disuadirlas; además, el suicidio no era ilegal bajo la ley japonesa. Sólo en 1933, 944 personas (804 hombres, 140 mujeres) se lanzaron al cráter, y en los dos años siguientes la cifra fue de 350 muertos y 1,386 intentos de suicidio, al extremo de que muchos turistas y locales viajaban hasta el monte Mihara por el morbo de ver a la gente saltar.

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